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¿Sabemos lo que queremos alcanzar? Se trata de definir y poner en prioridad primeramente, los sueños, las metas y los deseos que tengamos. Pensemos en aquello que queramos lograr y seamos firme con ello. Debemos de atrevernos a apostar por nosotros, y a actuar incluso con miedo.
Ahora bien, ¿Qué es el éxito? ¿Cómo conquistar nuestras metas? ¿Cuál es la mayor motivación o fuerza interna que nos moviliza, que no sea nuestra familia, pareja o creencia religiosa? ¿Qué nuevos conocimientos necesitamos obtener que nos impulsen al logro de nuestro objetivo? ¿Qué nuevos hábitos o creencias debemos incorporar en nosotros para obtener mejores resultados?
El éxito se trata de lograr objetivos y metas personales, es decir, es aquello que soñamos alcanzar, y para lograr esa meta tendremos que ser conscientes de aquello que queremos, y una vez que lo tengamos claro, tendremos que poner acción, si no solo tendremos deseos que nunca se conseguirán.
Sin embargo, siempre que pensamos en cumplir una meta, objetivo, emprendimiento o sueño, solemos pensar entre el punto de partida A y el punto de arribo B, y muy posiblemente nuestra mente visualiza una línea recta entre estos dos puntos, pero la realidad es que pocas veces suele ser así.
La travesía hacia el éxito no es una línea recta. No es un recorrido afable y exento de trabas. Al contrario, está lleno de obstáculos y dificultades, con logros y fracasos, con aciertos y equivocaciones, con entusiasmos y decepciones, con alegrías y penas.
Todo éxito se consigue con constancia, poco a poco. Como lo menciona Winston Churchill, “El éxito es aprender a ir de fracaso en fracaso sin desesperarse.”
Todos queremos llegar a la meta, pero no asimilamos que la meta es el camino. Si nos concentramos en el trayecto, estaremos más receptivos a los altibajos que se presentan, a las pausas necesarias para descansar y analizar, así como a los posibles cambios de ruta, o incluso, la meta puede modificarse de vez en cuando, sin necesariamente abandonar el camino.
Y el reestructurar el objetivo es normal, ya que a medida que avanzamos en nuestro trayecto, también vamos evolucionando, porque cambia nuestro ambiente, nuestras circunstancias, nuestra experiencia, nuestro punto de vista y nuestras exigencias, y todo lo anterior vuelve a colocarnos en situaciones novedosas para nosotros, circunstancias que nos planteen nuevos retos y desafíos, trayendo así, una nueva fase.
Y es verdad, a veces quisiéramos un camino recto y tranquilo que nos lleve a cumplir nuestros sueños, tal vez con menos esfuerzo, pero seguramente son esas dificultades en el trayecto las que nos permiten aprender, interiorizar y obtener los recursos necesarios para fortalecernos, motivarnos o encontrar la fuerza que nos impulse hacia nuestra finalidad.
Todo lleva un proceso pero el resultado valdrá la pena. Establezcamos objetivos a largo plazo, que marcarán la dirección y otros a corto plazo, que marcarán la acción.
Tenemos que tener en cuenta que la diferencia entre las personas que se mantienen enfocados y las que no, es que los primeros han aprendido a separar las emociones negativas que determinan sus acciones, es decir, controlan mejor la frustración, el estrés o el fastidio que rodea la búsqueda de los objetivos. Como lo mencionó la ex alcaldesa de Ottawa, Charlotte Whitton “Como gestionas el fracaso es lo que determina como alcanzas el éxito”.
Enfocarse en lo que hemos recorrido, lo que hemos crecido, lo que podemos mejorar y tener siempre una disposición de apertura a nuevos aprendizajes, hace que tengamos más motivación y podamos disfrutar del camino.
Cuando damos un vistazo a las vidas de las personas famosas y/o exitosas parece como si todo hubiera sido parte de un plan cuidadosamente ideado, pero, ¿realmente lo tenían?
Y es que mirar en retrospectiva puede ser engañoso. Lo que pareciera ser una serie de maniobras perfectamente ejecutadas, en la vida real pudieron ser acciones fortuitas, que sin embargo sirvieron para lograr los objetivos de las personas involucradas.
Veamos el caso de Abraham Lincoln, el presidente 16 de Estados Unidos.
En 1831, abre su primer negocio de productos secos, le va mal y quiebra. Luego se lanza como congresista,pero pierde y no es elegido. Decide abrir otra tienda en otra localidad y al poco tiempo quiebra y quedo endeudado. Intenta, en 1843, postular para congresista y esta vez tiene éxito. En 1843 pierde las elecciones para el congreso. En 1856 decide postularse a la vicepresidencia de Estados Unidos y pierde. En 1858 intenta postular al Senado estadounidense y pierde. En 1860 postula a la presidencia y gana.
Por último, no esperemos al resultado para ser felices, sintámonos afortunados y orgullosos por estar intentándolo, por estar dando lo mejor de nosotros. Valoremos y premiemos nuestro esfuerzo diario, felicitémonos por habernos comprometido con nuestra felicidad. Agradezcamos el valor que tuvimos para emprender el sendero y la fortaleza que nos anima a continuarlo.
Y siempre tengamos presente que éxito no es llegar a la meta, sino disfrutar el trayecto hacia ella, vivamos el proceso como una aventura y no como un sacrificio.
Por Gerardo Guerrero
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