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¿Se puede vivir sin conocer el sentido de la propia existencia? Dostoyevski, en Los hermanos Karamazov, escribió que “vivir es más importante que buscar el sentido de la vida”.
La gran mayoría de las personas no vivimos, sobrevivimos auto engañandonos todo el tiempo de que estamos viviendo. Sobrevivimos sin expectativas, ni alicientes, ni propósitos, en una sociedad inconsciente, donde nadie nos ha enseñado a utilizar nuestra mente, resignados, conformándonos y soportando la vida tal y como la tenemos, y aceptando vivir así, hasta el final de nuestros días.
Imaginémonos sumergidos en un mundo en el que todo está al alcance de nuestra mano, pero en el que nadie va a ayudarnos; hundidos en un lugar en el que todos pretenden indicarnos el camino correcto, y además, todos quieren poner reglas, pero ninguna sirve para nada.
Figurémonos en una sociedad que nos incentiva a vender nuestras convicciones para aplacar al insaciable demonio del poder, termómetro que determina de qué lado de la barrera social nos encontramos.
Este es el retrato perfecto de una vida llena de desesperanza que se refleja en el desencanto de tener que prepararnos para vivir en un mundo viciado en sí mismo; a sufrir la desorientación de una civilización aislada, incomunicada y ensimismada, porque es más sencillo centrarse en uno mismo, que tener que cargar con la responsabilidad de ayudar al de al lado; en un siglo donde la sociedad rinde culto a la individualidad y al triunfo personal; en una época en la cual ha cobrado más importancia el yo, lo superfluo y lo banal; en una sociedad inerte, sin reacción alguna, que no colabora en concientizarnos sobre generar afinidad, fraternidad y apoyo.
La deshumanización del prójimo es lo que nos impide ser receptivos, empatizar y solidarizarnos. Estamos ciegos del alma, como diría Jose Saramago “tenemos una ceguera social”, es decir, podemos tener la miseria de frente y no sentir compasión, porque ante nuestros ojos es invisible.
Casi nadie parecemos dispuestos a defender un ideal por el que no recibiremos recompensa económica alguna; a luchar con la vida por nuestro buen nombre; a morir para salvar el honor, por el que no se ganan premios ni recompensas terrenales.
Como hoy, como ayer, como siempre, el ser humano prefiere endeudarse en el presente y pagar mañana; revolcarse en el lodo y purificarse después. No logramos asimilar que cada acción trae una reacción, con efectos secundarios que nos afectan a nosotros mismos.
Pero… ¡basta!, no solo importa el ‘yo’, sino el "nosotros”, de lo que se trata, es de abrirnos a la idea de que convivimos en sociedad.
Qué acertada frase escribió Alejandro Dumas en Los tres mosqueteros, “uno para todos y todos para uno”. Todos requerimos de alguien en algún instante, y en algún momento, alguien necesitará de nosotros. Es decir, todos precisamos establecer un vínculo mental, emocional, afectivo y espiritual para sobrevivir, es una necesidad primaria vital. Todos necesitamos de todos, todos somos uno.
Cuando elegimos rodearnos de personas con mayor inteligencia, aprendemos de sus hábitos de superación, absorbemos sus conocimientos y nos volvemos mejores. Se trata de reinventarnos, de cambiar nuestra forma de pensar, sentir y actuar. Es un cambio de identidad y no simplemente un cambio de rol. Es un proceso en el que nos damos cuenta de que “quienes somos" no está en sintonía con “quién deberíamos ser", que “quienes somos" es una idea que no nos ha funcionado y que necesitamos rectificar.
Modifiquemos nuestro sistema de valores morales, orientemos nuestros pensamientos y emociones hacia la justicia, demos mayor relevancia e importancia a la honestidad, tengamos coherencia y seamos transparentes. Pero sobre todo, seamos generosos y realicemos acciones destinadas a ayudar a nuestros prójimos, de manera que podamos vivir de una manera cooperativa y armoniosa.
Que la desesperanza, el ego, el orgullo, la soberbia y la vanidad no nos aíslen. Ya que el sentido de la vida reside en ayudar a los demás, si somos sencillos y humildes nos volvemos más receptivos, empáticos y solidarios.
Bertha von Suttner escribió “después del verbo amar, el verbo ayudar es el más hermoso; y como bien mencionó la Madre Teresa de Calcuta “quien no vive para servir, no sirve para vivir.”
Ojalá tuviéramos a nuestro lado a alguien quien nos ayude a reconocer nuestros errores y faltas, y sobre todo nos aporte una visión del mundo que desconocíamos. Ojalá que todos nos ayudáramos a mejorar y a hacer lo correcto.
Viktor Frankl mencionó “he encontrado el significado de mi vida, al ayudar a los demás a encontrar en sus vidas un significado”
Yo ayudo, tú ayudas, él ayuda, nosotros ayudamos, ustedes ayudan, ellos ayudan.
¿Quedó claro?
Por Gerardo Guerrero
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