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Entre penas y gratitud: Una elección diaria

Foto del escritor: Lic. Gerardo GuerreroLic. Gerardo Guerrero

Todos, en algún momento de nuestras vidas, inevitablemente enfrentamos penas y lágrimas. Algunos lidiamos con ellas en mayor o menor grado, pero lo cierto es que cada uno de nosotros experimenta el dolor y el sufrimiento a su manera. Es inútil compararse con los demás, ya que cada uno tiene su propia manera de lidiar con sus problemas, de enfrentar sus propias batallas y cada quien se ahoga en su propio vaso de agua o elige su propio veneno para morir.


A veces, las penas que cargamos son causadas por circunstancias fuera de nuestro control, como situaciones imprevistas o eventos desafortunados que no podemos prever. En otras ocasiones, las personas cercanas a nosotros son las que nos causan dolor, y estas son las heridas que más duelen y las que por lo general, más tardan en sanar. También, a menudo, somos nosotros mismos los responsables de nuestro sufrimiento, generalmente debido a la inmadurez, la falta de conocimiento o las malas influencias, ya sea por consejos erróneos o por compañías que no nos convienen.


Es fundamental reconocer que la felicidad plena, en su sentido absoluto, puede ser esquiva. Por ello es difícil imaginar que alguien pueda ser completamente feliz simplemente por vivir. Sin embargo, la posibilidad de aspirar a la felicidad y buscarla activamente sí está en nuestras manos. Al final, somos nosotros quienes decidimos si nos enfocamos en lo negativo de nuestras vidas, y manifestamos nuestro descontento y frustración descargando nuestro enojo con aquellos que se crucen en nuestro camino, ya sean familiares, amigos o desconocidos. O, por el contrario, podemos optar valorar y agradecer lo positivo en nuestras vidas y darle más peso a lo bueno que tenemos, sin importar si es mucho o poco. Al fin y al cabo, ¿quién puede definir qué es poco o qué es mucho? Siempre habrá alguien con más o con menos que nosotros, por lo que lo más sensato y saludable es agradecer lo que se tiene y seguir adelante. Compararnos con los demás solo nos lleva a la insatisfacción y al descontento.


Es cierto que el mundo parece estar desmoronándose en una situación caótica y desalentadora, pero incluso en medio de la adversidad, no todo es malo ni negativo, y siempre hay aspectos positivos y la posibilidad de mejorar.


Vale la pena mencionar que esta forma de pensar no siempre ha sido parte de mi vida. Hubo una época en la que fui pesimista y negativo, y me desquitaba con el mundo. Pero con el tiempo, aprendí que la felicidad no es un estado permanente que se alcanza sin más, sino una elección diaria. Comprendí que, aunque no podemos controlar todas las circunstancias, sí podemos decidir cómo responder a ellas. Esta elección, aunque no siempre fácil, marca la diferencia entre una vida amargada y rencorosa o una vida plena. Elegir ver el lado positivo de las cosas no es ignorar los problemas, sino enfrentarlos con una actitud diferente. Asimilar que la actitud positiva y el enfoque en lo bueno son claves para encontrar equilibrio y satisfacción en la vida.


En resumen, las penas y el sufrimiento son parte de la experiencia humana, pero también lo son la gratitud y la capacidad de encontrar la felicidad en lo que tenemos. Nuestro bienestar depende de cómo elegimos afrontar las adversidades y valorar los aspectos positivos de nuestra existencia. Aceptar esto es un paso hacia una vida más equilibrada y consciente, donde cada día se convierte en una oportunidad para crecer, evolucionar y apreciar lo bueno, por pequeño que parezca.


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