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Cada uno de nosotros, tanto en el ámbito personal como en el profesional, cometemos equivocaciones con frecuencia, pero, ¿Por qué no cambiar la perspectiva, aprender de ello y asumir la oportunidad de cambio y mejora?
No nacemos con todo aprendido, la vida es un constante aprendizaje y cometer equivocaciones, es realmente la única forma en que la formación se puede llevar a cabo. Pretender que no sea así, además de inviable, puede conducirnos a un permanente estado de frustración.
Tradicionalmente, la equivocación ha sido subestimada. Se premia el acierto, y la equivocación se convierte en fracaso. La dualidad éxito/fracaso nos impide aprender de las equivocaciones, desperdiciando el valor de la experiencia adquirida.
Así, el miedo a cometer equivocaciones, en muchas ocasiones, nos vuele temerosos, nos paraliza y supone la principal barrera para progresar y desarrollarnos. Que lo sucedido, no nos inmovilice, porque la única manera de encontrar la forma correcta de realizar algo, es volviéndolo a ejecutar una y otra vez, hasta lograr dominar lo que se está desempeñando.
Equivocarnos es un derecho que podemos y debemos usar las veces que sean necesarias, siempre y cuando estemos aprendiendo en cada intento. Las equivocaciones nos ayudan a descubrir la forma en que no debemos seguir haciendo las cosas y nos permite aumentar nuestra experiencia. Un gran ejemplo de ello es Thomas Alva Edison quien en una entrevista dijo: No fracasé, sólo descubrí 999 maneras de cómo no hacer una bombilla.
En esta vida tenemos dos opciones, arriesgarnos y ser protagonistas o ser espectadores por miedo a equivocarnos. Quien alcanza sus objetivos es quien vive y aprende de experiencias nuevas, mediante un proceso constante de crecimiento personal, ya que desarrolla la fuerza de voluntad, la constancia y la tolerancia a la frustración.
Si queremos ser protagonistas, aprendamos de la equivocación en vez de autoexigirnos perfección, juzgarnos y criticarnos.
Por Gerardo Guerrero
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